El imperativo de dar fruto

Las enseñanzas del Señor Jesucristo suelen ser desconocidas o interpretadas evasivamente; sin embargo, ellas contienen un fuerte imperativo de dar frutos. Si no los dan, los cristianos se exponen a seguros castigos, imposibles de evitar o suavizar, porque el que los estableció es el Rey.

 

Por algunos años nuestra atención ha estado centrada en la persona del Señor Jesucristo y en su obra. Obra, por lo demás, perfecta, acabada, que nos ha hecho perfectamente justos, perfectamente santos, perfectamente aprobados delante de Dios, obra que nos ha salvado eternamente.

Hemos hablado por años de estas cosas preciosas, de la obra del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, que nos ha favorecido tanto, y que nos ha puesto en un sitial de honor. Sin embargo, en estos últimos días, el Señor ha puesto la atención en que nosotros escuchemos sus enseñanzas. En que nosotros, por algún tiempo, atendamos a lo que él nos ha dado para nuestra edificación, y sobre todo, para nuestro caminar.

Las enseñanzas modifican nuestro caminar

Hemos dejado a un lado momentáneamente la justicia de Dios para hablar acerca de nuestra justicia. Hemos dejado momentáneamente de hablar de la santidad de Dios para hablar de nuestra santidad. Hemos dejado momentáneamente de hablar de los hechos de Dios para hablar de los hechos que incumben a los hijos de Dios. Y cuando entramos en esta materia, suele ocurrir lo siguiente: que los creyentes no siempre se alegran con las enseñanzas del Señor. No porque no las amen o no las valoren, sino porque se dan cuenta que su caminar está muy por debajo de ellas. Yo sé que en estos días ha habido hermanos que han salido tristes de aquí. Pero esa no es una tristeza de la cual haya que arrepentirse. Antes bien, es una tristeza según Dios que nos lleva al arrepentimiento y nos lleva a enmendar nuestras conductas.

Cuando nos introducimos en las enseñanzas del Señor Jesucristo, entonces algo dentro de nosotros se remueve. Entonces nos damos cuenta de que no basta con creer en él. Que no basta con confesar su nombre. Que no basta con haber recibido la salvación del alma, sino que es necesario también obedecer. Las enseñanzas del Señor son radicales, son revolucionarias. Las enseñanzas de Cristo cambian la dirección de una persona, sus perspectivas y prioridades. Las enseñanzas del Señor Jesús vienen a trastocarnos por entero.

El peligro de interpretar sus enseñanzas

En la cristiandad muchas veces se han suavizado las enseñanzas de Cristo. O bien se ha añadido una interpretación personal o el peso de la tradición. Los fariseos y escribas en los días del Señor Jesús habían hecho lo mismo con las enseñanzas de Moisés, interpretándolas a su manera o añadiéndoles cosas que Moisés nunca había dicho. El Señor Jesús varias veces les recriminó por eso, porque habían invalidado la Palabra de Dios por seguir la tradición de los ancianos.

Cuando estudiamos las enseñanzas de Cristo en las Escrituras, muchas veces le añadimos: “Lo que el Señor quiso decir con esta enseñanza es...” Y lo que sigue a esa frase es lo que nosotros entendemos que él dijo o lo que nosotros queremos que el Señor haya dicho. O bien le añadimos el comentario de algún gran hombre de Dios y decimos, por ejemplo: “Es que Calvino interpretó de esta manera esta palabra.” O, “es que Lutero interpretó de esta manera esta enseñanza.” ¿Y qué ocurre, entonces? Que se invalida la palabra de Dios. Se le quita todo el peso, y entonces sucede que esa espada que debería cortar, ya no corta. ¡Cuánto se ha tergiversado y acomodado su enseñanza!

Permítanos el Señor revisar hoy algunas de sus palabras y rescatar con sencillez el sentido original de lo que él enseñó.

Buenas obras

En Mateo 5: 15 y 16, el Señor dijo que nosotros éramos una luz puesta sobre el candelero para alumbrar a todos los que están en casa. Luego dijo el Señor: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” ¿Cómo va a ser glorificado nuestro Padre que está en los cielos? Cuando vean nuestras buenas obras. Si no tenemos buenas obras, ¿cómo glorificarán al Padre?

A los cristianos que creen que la fe basta, les pregunto: ¿Cómo y cuándo el Padre va a ser glorificado delante de los hombres? ¡Cuando ellos vean nuestras buenas obras!

Los buenos frutos del buen árbol

Hay cristianos que dicen que basta con tener fe, y que no es necesario que esa fe tenga obras. Que basta con ser un árbol, no importa que no lleve fruto. ¿Cómo dice Mateo 7:19? “Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego”. Si no hay necesidad de dar buenos frutos, ¿cómo es que dice que todo buen árbol tiene que dar buen fruto, porque si no es cortado y echado en el fuego?

Quisiera preguntar si alguien tiene alguna buena interpretación, que haga decir a esta palabra otra cosa que lo que dice. Tal vez alguien nos diga: “Lo que el Señor quiso decir es que si eres buen árbol, entonces de alguna manera, algún día, tal vez, a lo mejor, si tú quieres, vas a dar algún fruto”. ¡Hay cristianos que tienen una fe grande, pero que no tienen ningún fruto!

¿Cómo le torceremos la nariz a esta palabra del Señor? ¿Cómo le doblaremos la mano? “¡Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego!” Estas son las sanas palabras del Señor.

¿Cuánto hemos dejado?

Mateo 9:9: “Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: “Sígueme”, y se levantó y le siguió.” Cuando el Señor llamó a Mateo, éste, dejándolo todo, le siguió. Lo mismo ocurrió con Pedro y Juan. Cuando ellos estaban trabajando junto al mar en las redes, el Señor vino, los llamó, y ellos, dejando sus redes, le siguieron.

¿Pensamos nosotros que un Dios justo como es nuestro Dios va a recompensar igual con el reino a uno que nunca dejó nada por seguir a Cristo? ¿Habrá la misma recompensa para Mateo que para uno que nunca dejó nada para seguir a Cristo? ¡Imposible! Cristianos de hoy: ¿Cuánto habéis dejado para seguir a Cristo? ¿A cuánto habéis renunciado por seguir a Cristo? Hay cristianos que dicen: “¡Señor, Señor!”, pero no son capaces de renunciar a nada para seguirle.

Recompensas y castigos

Algunos dicen que no hay recompensas ni castigos para los cristianos. Pero si así fuera, ¿cómo es que dice que seremos recompensados si recibimos a un profeta, a un justo o a un discípulo, y más aun, que esas recompensas serán diferenciadas? (Mateo 10:40-42) ¿Cómo es que no hay castigo, si dice la Escritura que de toda palabra ociosa que hablen los hombres tendrán que dar cuenta en el día del juicio? (Mateo 12:36)

La diferencia entre los distintos tipos de tierra la hacen los frutos

Ustedes conocen la parábola del sembrador. Mateo 13:19 dice: “Cuando alguno oye la palabra del reino ...” Aquí se dice cuál es la semilla que el sembrador sembró: “La palabra del reino ...” Luego, se dice que hubo distintos tipos de tierra. Nosotros sabemos cuáles son los cuatro tipos de tierra. En el versículo 23 dice: “Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta y a treinta por uno.” ¿No se enseña en esta parábola que la diferencia entre una tierra y otra la hace el fruto que dan? ¿No hay implícita aquí una alabanza del Señor a la buena tierra? Sin embargo, hay cristianos que no llevan fruto, pero pareciera que están muy contentos de no llevarlo. Hay cristianos que son como la tierra con espinos, consumidos por el afán de este siglo y por el engaño de las riquezas, y la vanagloria de la vida (13:22). Hay cristianos que escuchan mensaje tras mensaje, pero después de oírlos, llegan a su casa y se olvidan. Van a su trabajo y se olvidan. La palabra en ellos se vuelve infructuosa, y no dan fruto; pero ellos parecen estar muy contentos.

¿Quién compra el tesoro escondido?

En la parábola del tesoro escondido, el hombre que lo halla vende todo lo que tiene para comprarlo (Mateo 13:44). ¿No dice la Palabra que este tesoro es el reino de los cielos? Hay cristianos que nunca han vendido nada y quieren comprar el reino de los cielos.

Hay una interpretación extraña (o que al menos no la entiendo), que dice que este hombre que compró el tesoro escondido es el Señor Jesús. Que él vendió todo lo que tenía para comprar el reino. Es una linda interpretación. El problema es que si esa es la interpretación correcta –la única– entonces nosotros no tenemos nada que vender. Entonces podemos vivir la vida relajadamente. Entonces los cristianos no tienen ningún sacrificio que hacer.

¿Quién es el mercader?

En la parábola de la perla de gran precio, ¿quién es el mercader? (Mateo 13:45-46). ¿Es el Señor Jesucristo? No dice que sea él. Yo quiero entender esta palabra con sencillez, no con la interpretación de algún hombre o de una corriente doctrinal. ¡Aquí se enseña que el reino de los cielos se compra cuando un hombre aborrece todo lo que tiene (pues lo vende) por causa del reino. Estamos hablando a cristianos, a creyentes. No estamos diciendo que la salvación es la que se compra. No. Aquí se está hablando del reino de los cielos.

Conforme a sus obras

“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mateo 16:27). Aquí se dice claramente que el Señor Jesús pagará a cada uno conforme a sus obras. Usted tal vez me diga: “¿Y la fe, hermano, dónde dejó la fe? Pero yo le digo: “¿Cómo dice aquí: “Entonces pagará a cada uno conforme a sus obras?”. ¡Lo que aquí tenemos son las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo! Note que un poco más arriba el Señor habla de tomar la cruz y de perder la vida.

El precio que pagaron los eunucos

“Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que se capaz de recibir esto que lo reciba” (Mateo 19:12). ¿Podemos ver cuál es el sentido de esta  palabra que dice que “hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos”? ¿Encontramos aquí algún reproche del Señor a este tipo de eunucos? ¿Hay algo aquí que diga que estos eunucos eran hombres fanáticos, desquiciados? No hay ninguna palabra de desaprobación. Al contrario, aquí hay hombres que por el reino de los cielos pagaron un alto precio.

Hay cristianos que piensan que el reino de los cielos se ofrece gratuitamente. Si así fuera, ¿cómo el Señor que es justo podría recompensar de igual modo a uno que se hizo eunuco por el reino de los cielos que a otro que jamás se tocó la más pequeña célula de su cuerpo, sino que la agasajó, que vivió en comodidades, en deleites, comiendo y bebiendo, y malgastándolo todo con los borrachos? ¿Les podría dar la misma recompensa a unos y a otros? ¡No; imposible!

El vaso y el bautismo del Señor

La madre de Juan y Jacobo –y también ellos mismos– pidieron un lugar de privilegio en el reino del Señor; pero la respuesta del Señor para ellos fue: “De mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado seréis bautizados” (Mateo 20:23). ¿Qué significa el vaso del Señor y el bautismo del Señor? El vaso fue esa copa amarga en el Getsemaní antes de morir. Y el bautismo con que él fue bautizado fue haber estado en el corazón de la tierra tres días y tres noches.

¡Hijos de Zebedeo!: ¿Queréis reinar? Tenéis que beber de mi vaso y recibir mi bautismo. Es todo lo que os puedo decir. Sobre lugares de privilegio en mi reino, sólo mi Padre sabe. Cristianos del siglo XXI: ¿Queréis reinar con Cristo en su reino? Tenéis que beber de su vaso, y ser bautizados con su bautismo. Es lo único que tenéis que saber.

¿Hablar bien o trabajar?

Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo. Sí, señor, voy, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios” (Mateo 21:31). ¿No nos enseña esta parábola que cuando el Padre manda a sus dos hijos a trabajar en su viña vale más obedecer de hecho que de palabra? ¡Sí! En realidad, obedecer de palabra no sirve de nada.

¡Cristianos del siglo XXI, que siempre le están diciendo al Señor: “Sí, señor, voy”, y nunca van. Sepan que los publicanos y las prostitutas van delante de vosotros al reino, porque ellos han dicho: “No, esto no es para mí”, pero después se han arrepentido, y han ido.

Los nuevos labradores malvados

Mateo 21:41: “Le dijeron (esta es la parábola de los labradores malvados) al Señor: A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, que le paguen el fruto a su tiempo.” En esta parábola, ¿no se enseña, acaso, que la viña del Señor le fue quitada a los judíos y le fue entregada a los cristianos, para que éstos le paguen el fruto a su tiempo? Los judíos tuvieron la viña por casi dos mil años, y nunca pagaron el fruto de la viña. Los cristianos ya han tenido la viña por otros dos mil años, ¿y qué fruto le están pagando? El fin de aquellos labradores malvados fue la destrucción. ¿Cuál creen ustedes que será el fin de los nuevos labradores malvados?

Un siervo flojo

En Mateo 25, desde el versículo 14 en adelante se narra la parábola de los talentos. Un siervo recibió cinco talentos y produjo con ellos otros cinco. Otro siervo recibió dos y produjo otros dos. Pero el que había recibido uno, lo escondió en tierra. Cuando el Señor le pide cuentas, le dice: “Siervo malo y negligente ...” La palabra negligente posiblemente no todos la entiendan. Es una palabra suave. Diría mejor: “Siervo malo y holgazán”. “Siervo holgazán...” ¿Un sinónimo más común todavía? ... ¡Flojo! “Siervo flojo ...”. “Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Y a ese siervo inútil y flojo echadle a las tinieblas de afuera. Allí será el lloro y el crujir de dientes”. ¿Esto es para los incrédulos? ¡No! Es para los siervos de Dios.

¿Para quiénes está preparado el reino?

Desde Mateo 25:31 encontramos el juicio a las naciones. En el versículo 34 dice: “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber ... Noten la primera palabra del versículo 35: “Porque ...” ¿Qué significa este “porque”?. Significa que el reino ha sido preparado para ellos por la razón que se indica más abajo. No ha sido sin razón, no ha sido al azar. Para ellos es el reino, porque hicieron lo que se desglosa en seguida. 

¿Cuáles son los benditos del Padre ahí? ¿No son acaso los que dieron de comer, de beber, los que recogieron, los que cubrieron, los que visitaron ... ¿a quiénes? Versículo 40: “ … en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” Pareciera ser que no se trata de la gente del mundo, sino de los hermanos de Cristo. Los hermanos de Cristo sólo son los hijos de Dios.

Una higuera sin frutos está próxima a ser cortada

Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos” (Marcos 11:12-14).

Noten ustedes que el Señor maldijo a la higuera a pesar de que la higuera tenía una buena excusa para no dar higos. Si hubiese tenido voz la higuera tal vez le hubiese dicho: “¿Por qué me maldices? No es mi tiempo aún para dar higos”. Pero el Señor la maldijo. ¿Fue cruel? ¿Fue severo? ¿Fue injusto? ¡Hermano: es el Señor quien lo hizo!

La Escritura dice en 1ª Corintios 10:11 que todas las cosas que están escritas, para nuestra enseñanza se escribieron. Hay una ley por ahí respecto a los bueyes. Dice: “No pondrás bozal al buey que trilla.” Y dice que eso no fue escrito por causa de los bueyes, sino por causa nuestra (1ª Cor.9:9-10). Asimismo, creo que esta enseñanza no fue dada por causa de la higuera, sino por causa nuestra. Una higuera con hojas, y sin fruto.

Los cristianos del siglo XXI tienen hermoso follaje, con verdes de distintos matices, pero que no tienen fruto. Y sucede que las hojas no sirven para saciar el hambre de los hombres. Cada uno de nosotros somos una higuera, y tenemos que dar fruto en todo tiempo.

Veamos Lucas 13:6-9: “Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? El entonces respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.” Esta higuera también nos representa a nosotros. Hubo una época en mi vida en que yo hubiese querido que esta parábola no estuviese en la Escritura. Cada vez que llegaba a estos versículos mi corazón se me revolvía por dentro. Y surgía una oración a Dios, diciendo: “Señor, por favor, dame un año más. No me cortes todavía.” Yo no sé si tú has sentido ese pánico, pero si no lo has sentido nunca, tal vez sería bueno que lo tuvieras. 

Tres años sin fruto. Una higuera así no sirve, inutiliza la tierra. ¡Es una vergüenza! ¡Es un derroche!

Los aptos para el reino no miran hacia atrás

Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62). Aquí no hay términos medios. Se es apto o no se es apto. Aquí no se habla de gracia, no se habla de perdón, no se habla de misericordia: se habla de ser o no apto para el reino de Dios.

¿Cuándo dijo el Señor estas palabras? ¿Y a quién se las dijo? ¿Se las dijo a un hombre que quería volver a su antigua vida? No; lean en el versículo 61 y verán a quién le dice eso: “Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.” Tal vez tú te sientas tentado a decir: “¡Señor, ¿cómo pudiste ser tan severo con ese hombre?! ¿Por qué no le diste un ratito así no más para que fuera a despedirse de su casa?” No. Le dijo: “Si tú vuelves, no eres apto.”

Tú no puedes mirar hacia atrás. No puedes sentirte todavía ligado a los afectos de la tierra. Cuando Cristo está por delante, nada más vale la pena. Cuando Cristo está al frente tú no puedes volver hacia atrás. Si Cristo está a este lado, tú no puedes ir para el otro. Hacia donde está él, hacia allá tenemos que ir. Cualquiera otra dirección es incorrecta.

Las sanas palabras

Vemos al Señor aquí tan exigente al plantear sus demandas. Nosotros, en cambio, parecemos tan flexibles y tan magnánimos. ¡Pero estas son las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo!

¿Por qué crees tú que son sanas estas palabras? Son sanas porque nos limpian. Son sanas porque nos curan de nuestra presunción y desidia. Pareciera ser que él mete su mano dentro de nuestra alma y se escucha un crujir adentro. Toda esa comodidad y esa blandura en la cual la carne se recuesta y deleita, desaparece con una palabra así.

El buen samaritano eres tú

En Lucas 10:25-37 está la historia del buen samaritano. Se ha dicho que el buen samaritano es Cristo. Que él vino, que nos curó cuando nos encontró tendidos, nos puso en el mesón, que pagó por nuestra restauración, etc. Esta es una buena interpretación. ¿Pero dónde dice que fue Cristo el que hizo eso? Es muy cómodo decir que Cristo es el buen samaritano, porque yo puedo pasar de largo como el sacerdote o el levita. Si es Cristo, entonces esa interpretación no me deja a mí hacer más por mi prójimo. (Ver Marcos 7:11-12). En cambio, lo que sí veo aquí al final es: “Ve, y haz tú lo mismo.”

Las interpretaciones nos han hecho mal. Hemos menospreciado la Palabra a causa de las interpretaciones de los hombres.

El privilegio de la manada pequeña

No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino ...” (Lucas 12:32). Hasta ahí está todo bien. ¡Cuánto nos gusta la expresión “manada pequeña”! No son los muchos; son los pocos; no es la gran manada; es la pequeña. No es la cristiandad; es el remanente. “Para vosotros es el reino”.

Pero en seguida dice: “Vended lo que poseéis, Dad limosna. Haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón” (12:33-34).  ¡Hay cristianos del siglo XXI que están afanados haciendo tesoros en la tierra, y todavía tienen la desfachatez de pensar que van a reinar con Cristo! ¡Hay cristianos holgazanes que jamás han tomado en serio las palabras, las sanas enseñanzas de Cristo, y ellos piensan que tendrán un lugar de privilegio en el reino junto a  Pedro o a Jacobo! ¡Sí; ellos piensan que reinarán junto a aquellos santos hombres de Dios que no sólo vivieron por Cristo sino que lo dejaron todo por él y que murieron por él! No; no será así. ¡No será así! Porque si así fuera, entonces estas palabras no tendrían ningún valor. Entonces Cristo hubiera mentido de principio a fin.

La sal insípida es echada fuera

Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga” (Lucas 14:34-35). La sal sirve para salar, para guardar la carne de la descomposición. ¡Qué buena es la sal! Pero si la sal se hace insípida, si pierde su valor, no es útil para nada, ni para el muladar: la arrojan fuera.

¡Cuántos cristianos están perdiendo su sabor! El mundo se los está tragando. La manera de pensar del mundo los está envolviendo. Satanás los está atrapando. Hay cristianos que no tienen ningún sabor de sal. Ellos están prontos a ser arrojados fuera. ¿Interpretaremos esto de una manera más suave? ¿Diremos que el Señor “lo que quiso decir con esto” fue otra cosa?

¿Cómo administramos las riquezas injustas?

“Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” (Lucas 16:11-12). Las riquezas de la tierra son injustas, porque forman parte de un sistema injusto, de un mundo corrompido. ¿No exige aquí el Señor que seamos fieles con las riquezas injustas? Ahora bien, si no somos fieles con las riquezas injustas, ¿nos confiará Dios las riquezas verdaderas?

A veces hay cristianos pobres que momentáneamente llegan a tener un poco de dinero. Lamentablemente ellos suelen ser un ejemplo de cómo se puede derrochar el dinero, gastándolo en puras bagatelas. ¡Dale dinero a un cristiano carnal y vas a ver lo que puede hacer con esas riquezas injustas! Posiblemente gaste el 10 o más por ciento de su dinero en vanidades en vez de ofrecerlo al Señor.

Amados: ¿cómo administramos las riquezas injustas?

¿Dejaremos hablando solo al Rey?

Esta es la percepción que tenemos en estos días: Dios nos está hablando, y nos conviene poner el oído atento. La palabra de Cristo suele ser fuerte. Una vez le dijeron al Señor: “Dura es tu palabra, ¿quién la puede oír?” ¡Y se fueron! ¡Lo dejaron hablando solo! ¡A él, al Rey, lo dejaron hablando solo!

Entonces, él les dijo a sus discípulos: “¿Ustedes también se quieren ir?” Ellos –unos pocos– dijeron: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.

¿De cuál de esas dos clases de personas somos nosotros aquí hoy? El Señor permita que todos seamos de los que le dijeron: “¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y yo he creído y confieso que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Juan 6:60-69).

Que se nos conceda la gracia, no sólo de quedarnos con el Señor y confesarle con nuestra boca, sino también de llevar mucho fruto para su gloria.

el concepto bíblico de adoración implica exaltar a Dios por encima de todo. Esto se describe en el pasaje de Éxodo 15:2, cuando los israelitas declararon "El Señor es mi fuerza y mi cántico; Él es mi salvación. Él es mi Dios, y lo alabaré; es el Dios de mi padre, y lo exaltaré".
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